El Coaching Consciente que imparte Irina de la Flor llegó a mi vida al poco tiempo de iniciarse las medidas sanitarias, como parte de la iniciativa social de la Fundación Vivo Sano. Era un regalo! Cada semana recibía un nuevo webinario de Irina que invitaba a quitarse las capas y capas de pintura con las que recubrimos la madera preciosa de nuestro verdadero ser, al punto que ignoramos su presencia y actuamos como si no existiera. En este contexto de pánico social exacerbado, incertidumbre mundial y aislamiento forzoso decidí matricularme en el curso completo de formación, poniendo en práctica la famosa frase de Víctor Frankl: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.

Inicie así una nueva experiencia de aprendizaje, de aprendizaje personal, de esos que retan nuestro precario andamiaje para que seamos capaces de pisar firme y sin miedo. Durante estos meses y de la mano de Irina y su equipo, fui incorporando un conocimiento eminentemente práctico y transformativo. Conocimiento del que tenía nociones previas pero que por primera vez comprendía. El Coaching Consciente (o Entrenamiento Consciente) me ayudó a comprender las trampas de mi mente y la construcción del ego que -en su afán de protección- termina opacando nuestra verdadera identidad.  También logré identificar algunos patrones de conducta que reverberan como fractales generando a su paso una nube de vapor a la que llamamos realidad. 

 Como parte de este proceso, me empecé a hacer consciente de los obstáculos que me ponía para no lograr lo que me proponía y la cantidad de energía que gastaba en este proceso de auto sabotaje. También salió a la luz el hábito de dejarme en segundo plano y, por contigüidad dejar en segundo plano a mi círculo más cercano, lo que revela una falta de amor hacia mí misma entremezclada con culpa que escondía un sinfín de lealtades inconscientes llenas de un dolor profundo. Era un dolor que dolía y costaba trabajar. Un dolor que era más cómodo taparlo y cubrirlo con miles de actividades lo que, a la larga, no hacía más que perpetuarlo, al igual que ocurre con una astilla bajo nuestra piel. 

 No puedo decir que era la primera vez en que este dolor emergía. Cuando lo hacía, activaba el resorte de una mirada inquisitiva y tajante. Así, sin dar cabida a la presunción de inocencia, se inhibía la manifestación del dolor desnudo quien se iba cubriendo de más y más ropajes a modo de escudo protector. Ahora, con las técnicas de Coaching Consciente, pude observarlo desde otro lugar más consciente y amoroso, pude ver que tanto el miedo y la mirada que lo reprime como las estrategias del miedo para defenderse de esa mirada bailaban al son de la desconexión del Ser. 

  El curso me permitió anclarme en un lugar diferente de mi ser, donde el amor reside, y desde ahí pude abrir la caja de Pandora. También me permitió entender que el sufrimiento y sus mecanismos protectores forman un juego de espejos. Cada destello cobra cierta autonomía y parece tener existencia propia en la representación teatral que acontece en el escenario de nuestra mente y se proyecta en nuestras acciones.  Poco a poco fui identificando a mis personajes favoritos, sus guiones recurrentes, las historias que los entrelazaban y desmontando así este entramado de dolor.   

 La propuesta que viene de la mano de Irina en este curso, aunque se trataba de un proceso eminentemente individual, se retroalimentaba constantemente al escuchar las vivencias del resto de las personas de la clase, participar en procesos de coaching desde diferentes roles y seguir los procesos de coaching social. Todo esto nos hizo profundizar, inexcusablemente, en un proceso de crecimiento personal y prestar más atención a los diálogos internos de la mente, su conexión con las emociones y su somatización. Y hacerlo aceptando sin juicio de lo que sentimos, pensamos o hacemos, sin identificarnos con ello, sin confundir quienes somos resultó casi un milagro. Así, desde esta mirada abierta y amorosa, pude experimentar cómo el dolor se transforma con luz, y cómo al iluminar la penumbra se desvanecen las sombras.  Es desde este punto de partida, desde una aproximación vivencial y no teórica, desde donde comprendí que además de transfórmame yo, el curso me entrenaba para acompañar a otras personas en su viaje interior.  

 Hacerme consciente de que co-creamos lo que denominamos realidad tiene un poder radiante y expansivo. Y es que cuando cambias tú, el mundo cambia. La transformación exterior requiere de la alquimia interior previa. Entre mis éxitos que fueron varios destacaría cinco. El primero es que dejé de buscar afuera y comencé a buscar adentro. En mi vida siempre estuvo presente un elemento de búsqueda, inicialmente externa. Durante mucho tiempo me había sentido motivada a conocer la verdad a través de la diversidad. Estudié Antropología motivada por entender qué era lo que unía y lo que diferenciaba a las diversas culturas del planeta; viajé por muchos países, vivido en más de media docena de ellos y he trabajado en ambientes multiculturales coexistiendo con diversas mentalidades y visiones de mundo. También, en otro orden de cosas indagué cómo se produce la conexión con lo invisible explorando la religiosidad popular mesoamericana, afrocaribeña, el movimiento de New Age, la medicina china, el pensamiento oriental taoísta, hinduista y budista. Todo ello me permitió adentrarme a buscar la verdad en el interior. En este viaje más íntimo se sitúa el Máster de Coaching Consciente. El segundo gran cambio fue el cambio de paradigma y tránsito del constructivismo social al constructivismo personal. El constructivismo social, el interaccionismo simbólico, el estructuralismo, la proxemia, entre otras, han sido corrientes de pensamiento que hicieron eco en mí cuando estudiaba la carrera y se han convertido en herramientas teóricas que me han permitido entender cómo se configura eso que llamamos realidad. Algunos de los libros que recuerdo como “La construcción social de la realidad” de Berger y Luckman, “Metáforas de la vida cotidiana” de Lakoff y Johnson, “El pensamiento salvaje” o “Tristes trópicos” de Leví-Strauss, “La dimensión oculta” de Edward Hall, entre otros, marcaron fuertemente mi estilo de pensamiento hacia los condicionantes sociales y culturales en la construcción de la realidad. Otras lecturas como “El ojo del observador” compilado por Watzlawick y Grieg, una aproximación somera a la PNL y mi propia experiencia en el mundo laboral y en ámbitos sociales y personales me han ido orientando a los microcosmos particulares, hacia la construcción personal de la realidad. Este camino se ha profundizado con el Máster de Coaching Consciente donde, a través de las prácticas y de una manera vivencial, me acerqué más a la comprensión del papel que nuestras propias creencias, valores, emociones y pensamientos juegan en la configuración de nuestro entorno inmediato. Lo tercero que conseguí fue escuchar con más atención, disminuir la mente racional y darle un espacio a la intuición. Seguir las pautas indicadas desde el coaching consciente me ha resultado muy útil para tratar con clientes ya que combina la escucha activa con la pregunta respetuosa pero precisa, muchas veces guiada por la intuición. De este modo permite romper el bucle del discurso auto entretenido de la mente en sus distintas narrativas y llegar al fondo del problema desmantelando la estructura de trampas y obstáculos de una manera certera. Y, lo más importante, permite realinearse con el propósito de vida y construir nuevos itinerarios con los atributos personales que no son sino expresiones de la esencia de cada persona. Mi cuarto éxito fue llegar a ser más coherente. Ahora puedo decir que soy más consciente de mis pensamientos, mis emociones, mis acciones y los hilos que les conectan. También de las mentiras -especialmente de las que me he podido decir a mí misma- y del sufrimiento que conllevan. Atreverme a decir las cosas con amabilidad y firmeza al mismo tiempo, sin traicionarme, ha sido un logro importante. Considero que me comunico de una manera más asertiva y con una mayor coherencia entre cuerpo, mente y habla, como dirían los budistas.  

Y por último mi mayor éxito ha sido identificar las proyecciones: Entender que la mente siempre busca encontrar razones externas para la justificación y la responsabilización del origen del dolor me ha permitido ser más cuidadosa cuando algo o alguien me molesta. Preguntarme primero qué me tiene molesta conmigo misma y si lo estoy proyectando me ha ayudado muchísimo, y esto ha permitido que se trace así un puente hacia la aceptación y la asunción de la propia responsabilidad.  

Quiero finalizar con una frase que mi madre me repitió muchas veces “la caridad bien entendida empieza por uno mismo” y tenía razón. El dolor esconde siempre una falta de amor. Nos queremos poco, nos juzgamos con dureza, nos maltratamos. Contactar con lo que verdaderamente somos, con la paz interior, luminosa que emana de nosotros y de todo lo que nos rodea, nos conecta con un potencial infinito y genera una onda expansiva. Quererse bien es, sin duda, la piedra angular de todo un proceso de cambio cuyo alcance va mucho más allá de la persona, del proceso de cambio que el planeta requiere.

Ángeles Arenas

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