Se conoce por mente al conjunto de capacidades que surgen desde el cerebro. La mente nos facilita por lo tanto una serie de funciones como hablar, memorizar, deducir, funciones comunes a otros animales en la mayoría de los casos.

Dentro de estas capacidades encontramos tres muy importantes: el proceso lógico deductivo, la imaginación y la intuición.

Estas capacidades son ciertamente potenciales, de forma que en función de la genética, la cultura y las necesidades, el hombre las desarrolla más  o menos.

Es por ello que sociedades que hoy en día viven en la selva tienen más capacidad de orientación que las sociedades que viven usando el GPS en grandes ciudades, y ciertamente menos que los navegantes del siglo X que se orientaban a través de las estrellas y a través de mapas todavía inexactos.

La capacidad de la memoria por ejemplo puede ser desarrollada a través del ejercicio mental, aunque existen estudios que hablan de un componente genético.

Más allá de estas funciones, desde el punto de vista práctico, existen tres fundamentales que no todo el mundo conoce, y por lo tanto no pone atención o esfuerzo en desarrollarlas.

La capacidad que aporta el proceso lógico- deductivo, característica que  nos permite procesar los datos que llegan a través de los sentidos, discernirlos o comprenderlos, reflexionar sobre ellos y juzgarlos, para posteriormente tomar acción o no, es un proceso básico que repetimos miles de veces al día. Esto nos permite, despertarnos cada día, desayunar, ir al trabajo, llevar a los niños al colegio, comer, asearnos y un largo etc.

Revisar los resultados, última acción de dicho proceso no es tan automática. Si bien el paso de revisar los resultados que obtenemos de nuestras decisiones y acciones es crucial, muy pocas personas revisan los resultados de su vida o son conscientes de que muchas de las situaciones que les hacen sufrir han sido producto de sus decisiones (muchas inconscientes) tomadas en el pasado.

Cambiar es una excelente habilidad, sin embargo, no muchas personas la desarrollan. Por ejemplo, revisar que tengo una emoción llamada estrés que me surge cuando hago actividades con los niños porque no tengo en cuenta que los niños van más lentos que los adultos, y en consecuencia voy corriendo de un lado al otro, me permitiría crear la posibilidad de planificar y gestionar mejor mi tiempo y que ni mis niños ni yo sufriéramos de estrés.

A parte de esta habilidad no automática, existen dos capacidades mentales igualmente importantes para nosotros. Estas son la capacidad de imaginación y la de intuición.

La capacidad de imaginación nos da la posibilidad de mover el mundo hacia adelante. Si no fuera porque alguien imaginó en volar a la luna, el hombre no habría llegado a la luna.

Imaginar un mundo mejor, un trabajo mejor, unas condiciones de vida mejores, como construir casas en vez de seguir viviendo en cuevas, inventar una rueda para mejorar el transporte o un teléfono para mejorar la comunicación,  han sido ideas resultantes de un proceso que alguien comenzó imaginando.

La capacidad de la intuición, por otra parte, también es una capacidad sumamente relevante. Como actividad es muy diferente de la imaginación puesto que no puede ocurrir al mismo tiempo que el proceso lógico-deductivo. Mientras que la capacidad de imaginar necesita del proceso lógico-deductivo para bajar a tierra ideas que en principio parecen absurdas (volar como los pájaros o ir más rápido que la velocidad del sonido), la capacidad de intuir solo ocurre cuando existe un estado de serenidad abierto hacia el medio y podemos ver más allá de nuestros 5 sentidos. El famoso sexto sentido es aquel a través del cual recibimos una información ya descodificada. Esto implica recibir información o como resultado de un proceso deductivo si no como consecuencia de una lectura a través de algo. Esto es, la intuición no necesita de algo, pero podemos recibir información a través de nada o de algo (pueden ser unas circunstancias, unos objetos o unas personas).  Dicha información viene dada sin un soporte material bien definido. Al igual que los sentidos nos permiten oír por los oídos, oler a través de la nariz, ver a través de los ojos, gustar por el paladar y tocar a través de la piel, la intuición nos permite recibir una información reglada o descodificada, es decir, una información que ya podemos entender sin utilizar un canal físico.

La intuición nos permite, por ejemplo, cuando compramos un objeto, tener la sensación de que nos están engañando de alguna forma, pero como el proceso lógico-deductivo no encuentra ningún dato material que lo corrobore, seguimos adelante, hasta cuando llegamos a casa y vemos que nos han engañado. También es el caso de la lectura de mensajes que van más allá de los que se dice o no se dice, una persona te puede decir que sí cuando en realidad uno sabe que no, o cuando una persona actual de una manera, pero en realidad, quiere actuar de otra, etc.

Esta capacidad es tremendamente peligrosa, porque irónicamente linda el cerebro con la imaginación.

Esto ocurre a veces en personas que se creen muy intuitivas pero en realidad están trayendo a su mente datos que creen que intuyen pero que en realidad son fruto de su imaginación.

¿Cómo podemos distinguirlos? La capacidad de la intuición es una capacidad que se desarrolla con la práctica y no podemos utilizarla como utilizamos los datos, por ello, la mejor forma de utilizarla es corroborando los datos que intuimos con el mundo material. Si “acertamos” es intuición y si no “acertamos” era probablemente fruto de nuestra imaginación.

Entrenarla es otra habilidad tremendamente útil. Esta capacidad se desarrolla entre otras actividades a través del contacto con la naturaleza, de la observación del metalenguaje (el lenguaje que va más de lo que oímos, vemos, sentimos u olemos) y de la meditación que nos ayuda a disminuir la fuerza de los procesos lógico-deductivos tan presentes y automáticos.

Irina de la Flor

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