La mente es un instrumento maravilloso y absolutamente imprescindible para manejarse en el mundo material. Da estructura, proporciona orden, permite tener y pensar a través de una jerarquía de personas, valores, tareas y contenidos. Al ser temporal y física, la mente nos mantiene conectados con el mismo ritmo de nuestra vida. Tiene acceso al pasado a través de la memoria y al futuro a través de la imaginación, la proyección y el deseo. Podemos crear objetivos y planes y conseguir resultados. Sin embargo, la mente siempre está al servicio del corazón, y aquello que haya en el corazón de la persona teñirá con el color de su energía todas las decisiones que ésta haga.

Por ello, una mente al servicio de un corazón frío, duro o dañado no traerá más que enredos y complicaciones, y en lugar de solucionar problemas, los reproducirá y los aumentará. Una mente al servicio de un corazón lleno de amor, de paz y de verdad, permitirá que las decisiones se hagan desde el amor y que se busque la solución que beneficie más a todos los implicados. También hará que la mente ponga límites desde la verdad y que el individuo pueda vivir tranquilo, confiado, sereno y en paz.

En todos mis años de carrera, he visto grandes profesionales inteligentes y formados tomar decisiones pésimas, no valorar a personas que valían y tener en cuenta a personas que aportaban muy poco. He visto a directivos no priorizar bien, malgastar energía, tiempo, dinero y recursos siguiendo proyectos  que no aportaban valor más que el económico y sólo para ellos mismos. También a personas que deberían estar aprendiendo, pero están dirigiendo; y otros que deberían estar dirigiendo, en puestos de trabajo inferiores.

También debo decir que he visto la otra cara de la moneda, puesto que este esquema se sustenta con personas que, al otro lado, también trabajan desde otra mentira, personas que valen, que merecen una mejor vida, y no se lo creen (mejor pareja, mejores amigos, mejor salud, más ocio y más dinero) ni tampoco lo buscan. Son personas que no consiguen hacer cosas (montar empresas, tener familias, o comprar casas) porque creen que no pueden y por eso ni lo intentan. Es por esto que se mantiene el drama, las personas con muy bajo nivel de consciencia que creen que valen más, merecen más y pueden más que otras, atraen y son atraídos por personas que creen que valen menos, merecen menos y pueden menos. Abrir el corazón no sólo implica ser bueno y desear el bien a los demás: consiste en buscar la verdad interior y alinearse con la verdad última, donde caben todas las verdades y donde todos vivimos en paz. En esta vida he aprendido que no existe un Dios injusto, sino que nos falta información. Cuando tomamos decisiones con información incorrecta, nuestros resultados causan sufrimiento para nosotros y para los demás.

Para vivir con un corazón abierto, tenemos que comprendernos, conocernos, y querernos. También perdonarnos, y tener compasión de nuestros errores. Debemos hacer un esfuerzo por seguir y alinearnos con la verdad horizontal y verticalmente y trabajar desde la paz. Vivir con un corazón abierto es también comprender los límites de nuestra mente y sucumbir los mecanicismos de nuestro inconsciente, usar nuestra intuición y liberarnos de todas las cargas de nuestros antepasados cercanos y lejanos. Porque todos somos uno y estamos unidos por el amor.

Irina de la Flor
Directora de «Lo mejor de mí»
Fundación Vivo Sano

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